Hoy os invito a una reflexión sobre algo que, no sé si alguna vez os habréis planteado. Me imagino que sí, porque es algo muy común y extendido entre nosotros, y muy propio de este curioso y contradictorio mundo en el nos ha tocado vivir. Ahí va: ¿por qué diablos tendremos la dichosa costumbre de mirar a los lados del camino en vez de concentrar nuestra valiosa energía nada más que en lo que tenemos delante? Y cuando digo mirar a los lados, me refiero a dedicarle más tiempo de la cuenta a lo que hacen los demás, en vez de a lo nuestro, a lo exclusivamente propio. Es algo que incluso aprendemos a hacer desde bien pequeños. Casi parece que nos entrenasen para ello. Así, nos resulta mucho más sencillo pensar en lo ajeno que no hacerlo, o hacer lo contrario. Y no hablemos de “pensar mal”, nuestro otro deporte nacional. Dícese: todo el mundo es malo hasta que se demuestre lo contrario.
Es tan curioso como absurdo. Es de esas cosas que uno no se explica cómo pueden suceder tan fácilmente. A ver, si está demostrado, incluso científicamente que, pensar mal, desconfiar, ofender o maldecir son cosas de las que, por lo general no se obtiene ningún tipo de rendimiento positivo, ¿por qué las seguimos haciendo de forma tan habitual? Nos pasa constantemente, y la mayoría de las veces sin darnos cuenta. Es como si lo lleváramos impreso a fuego en algún lugar de nuestra mente junto con el resto de capacidades que poseemos. Seguro que incluso hay un área del cerebro dedicada específicamente a ello. Increíble ¿verdad? ¿Os imaginais?Una zona concreta en la que se genera el mal rollo. Y por supuesto, como casi todas las partes del cuerpo, podrá adiestrarse para ser perfeccionada y ser más efectiva en su cometido. Eso sí, seguro que también uno puede instruirse para anularla de manera casi definitiva, reservándola sólo para aquellas ocasiones en las que, tal vez, pudiera servir de utilidad (si es que las hay). Así, si no le dedicas tiempo al “mal rollo” te costará coincidir con él, y si por el contrario, provocas sonrisas y energía positiva, eso será precisamente lo que más te acompañará en tu vida. Así de sencillo.
Y llegados a este punto, pensemos en el comportamiento de las tortugas. Ellas se mantienen en silencio y generalmente, solo miran lo que tienen delante, y aún cuando pueden girar la cabeza hacia los lados, no suelen emplear su energía en hacerlo. Su tiempo es demasiado valioso. Lentamente, dirigen sus pasos hacia la dirección que han elegido, y si se equivocan o necesitan refugiarse porque tienen miedo, se adentran en su caparazón, esperan a que todo pase y vuelven a empezar. Y además, como tienen la enorme fortuna de no tener que hablar, son inmensamente libres, y su “no velocidad” también les otorga una ventaja clara entre tanta precipitación. Qué suerte tienen.
Ah! Se me olvidaba… Hay otros 5 nuevos motivos para seguir en silencio y dedicarnos a nuestro camino…
Agosto:
01 Moratalla (Murcia).
Septiembre:
06 Calasparra (Murcia). Con Huecco y Lucas Masciano.
12 Olvega (Soria).
15 Carballino (Orense).
Noviembre
08 Castellón