miércoles, 12 de diciembre de 2007

La tortuga y la teoría de las llaves

Madrid, 30 de Noviembre. Crónica de un momento único.

No sé cómo diablos sucede pero no cabe duda de que aquí pasa algo. Ésa es la sensación que tuvimos muchos de los que estuvimos el pasado viernes 30 de noviembre en el concierto de MN en la Sala Cats de Madrid. Fue sencillamente especial, mágico, inolvidable. ¿Pero cómo es posible que canten todas las canciones? Ni idea, lo siento. Yo tampoco lo sé. Todavía estoy sorprendido.

Maldita siempre ha tenido muy buena acogida allí a donde ha ido, pero lo del otro día superó todas las expectativas. A pesar de que se dieron muchos problemas con el equipo de sonido de la sala, la gente se metió tanto en el concierto que, desde el otro lado, desde el escenario, teníamos en todo momento la sensación de que pasase lo que pasase, nada iba a impedir que la gente disfrutara plenamente de aquel momento. De hecho, cantaban tanto y tan fuerte que era fácil perder totalmente el tono de la canción porque sólo se les podía escuchar a ellos. Una verdadera locura. No sé si os dais cuenta del enorme valor que tiene todo lo que estoy contando, pero lo tiene. Os aseguro que lo tiene. Al menos para nosotros.

No nos engañemos, aún no somos lo suficientemente conocidos como para ir colgando aquello de “sold out” en salas con aforos por encima de las 800 personas, y sin embargo el otro día sucedió. Nuestras canciones aún no suenan en la radio, y desde el 2003, no editábamos disco. Aún así, la gente nos trató como si fuéramos un grupo de toda la vida que regresa, tras un periodo de descanso, para hacer una gira en la que interpreta, junto a sus nuevas canciones, todos sus grandes éxitos. Fue increíble. Realmente increíble.

Si nos paramos a pensarlo, veremos que algo así ya ha sucedido muchas otras veces, pero sin duda en España, es más propio de otro tipo de músicas y/o grupos que podríamos catalogar como "de culto". Hablo de fenómenos como el hip-hop, de artistas como Muchachito (es decir, únicos) o de grupos de rock como Marea o la Fuga, que tienen miles de fieles seguidores por todo el país aunque siguen unos canales de promoción muy distintos a los de los artistas de masas. Hacen discos regularmente y giran durante meses llenando casi siempre en todos los lugares. Así que no es la primera vez que algo así sucede.

Lo que sí resulta distinto, pienso yo, es que esto suceda con una formación a la que todo el mundo identifica con la estela pop dejada por los grupos de los 80. O sea, con los grupos de toda la vida vaya. Y eso, que ya no es tan común, es lo que más me llama la atención de toda esta historia. Eso, y lo efectivo que está resultando el boca-oreja con nosotros. Es curioso pero, la mayoría de la gente que acudió al concierto conocía y cantaba todas las canciones, pero no tenía ni idea del aspecto que teníamos. Prueba de ello es que, momentos antes de que empezara el concierto, tuve que atravesar gran parte de la sala y nadie me reconoció, cosa que, no solo no me importa, sino que además agradezco. Ojalá pudiera ser siempre así.

Es imposible encontrar una razón a por qué sucede todo esto con nuestra música, y cuando me pongo a divagar sobre ello, mis razonamientos, lógicamente, no conducen a ningún sitio. Eso sí, siempre que lo intento, no puedo evitar pensar en algo que yo llamo "la teoría de las llaves". Esto es: en esta vida no existen dificultades insalvables, sino que somos nosotros quienes debemos encontrar la llave apropiada para alcanzar aquello que anhelamos.

Para mí, cada canción es una llave, y cuanto mejores sean, cuanto menos lugar dejen a las dudas, más fácil será abrir la puerta que cada uno lleva dentro de sí mismo. Ése es mi reto, mi compromiso, y el verdadero motivo que mueve cada uno de mis actos. La razón por la que estoy aquí.

En cualquier caso, reflexiones metafísicas aparte, por cosas como la de la otra noche en Madrid y las de muchas otras noches en otras tantas ciudades, es por las que doy gracias a la vida por poder disfrutar de momentos así con todos vosotros. Porque me hacen sentirme mejor persona y porque me recuerdan, con los pies en la tierra, que todo esto tiene un sentido: el que vosotros le dais. Probablemente no encontremos el camino, pero nos sobrarán las ganas de soñar. ¿No? Gracias tortugas.


sábado, 10 de noviembre de 2007

De agradecimientos y compromisos.

Hola a todos. Lo que teneis ante vosotros es exactamente lo que parece: el lugar en el que cada cierto tiempo y con regularidad, os contaré cosas sobre este pequeña nave llamada “El secreto de las tortugas”. Durante años han sido vuestros comentarios en el foro los que han mantenido viva nuestra web, convirtiéndolo sín duda alguna en uno de los activos más valiosos de Maldita. No tengo palabras para agradecéroslo. La intención es que, a partir de ahora la página tambien se mantenga activa a través de este blog. No puedo comprometerme a escribir a diario, porque para mí sería muy difícil, pero sí a hacerlo al menos 2 veces al mes. Espero no aburriros demasiado con mis ocurrencias.

Tres, dos, uno…empezamos.

De informaciones y cambios varios.

Estos últimos meses han sido vitales para Maldita. Tras concluir la gira de primavera decidí que no podía pasar más tiempo sin que tuviéramos una oficina de management. Por mi manera de trabajar y por la experiencia acumulada años atrás, tenía claro que lo que necesitábamos había de ser algo distinto, entre otras cosas, porque pretendemos avanzar lentamente en un mundo, el musical, que no es sino una gigante apisonadora. Todos los caminos conducían a Darlalata. Llegamos a un acuerdo y comenzamos a trabajar juntos. Ya desde el principio, empezaron a suceder cosas: revisión del single y del disco, nuevo vídeoclip, nueva imagen, y sobre todo, nuevas ilusiones y muchas ganas de trabajar. El objetivo era empezar con el disco desde cero, y así nos lo hemos tomado. Espero que entendáis que era un paso que necesitábamos dar y que sin duda, no puede sino traer buenas noticias para nosotros.

Va por vosotros.

Yo, tortuga. ¿Quién no quiere caminar despacio?

Todos sabemos lo que es vivir inmersos en la premura que envuelve nuestro día a día, y también lo difícil que nos resulta parar. Sin embargo, no podemos evitar sentirnos irremediablemente atraidos por todo aquello que nos detiene, que nos hace escuchar, que nos tranquiliza. Somos así de absurdos. Tal vez sea por eso, por lo que a nadie le caen mal las tortugas. Ellas tienen el secreto. Son las soberanas en el reino de la no velocidad.

Una tortuga es capaz de mantener una velocidad media de 0,072 Km/h. La vida de un hombre transcurre tan aceleradamente que raras veces tiene tiempo para detenerse a pensar en ello. Se dice de las tortugas que no tienen conciencia porque carecen de corteza cerebral. Del hombre a veces se dice lo mismo aún cuando este posee el cerebro más evolucionado de todas las especies conocidas. Cuando una tortuga advierte un peligro se detiene y se recoge en su caparazón hasta que todo haya cesado. El hombre, mantiene sobre sí mismo un caparazón invisible tras el que se oculta exista peligro o no. Es todo muy curioso.

Aquel día, debía ser viernes o sábado, solo pretendía crear una canción que me hiciera reir, porque estaba algo necesitado de buenas sensaciones. Recuerdo que todo salió a partir de un loop de batería que unos días antes me había descargado de internet desde uno de los ordenadores de la facultad. Me llamó la atención porque me recordaba a los ritmos “twist” de los años 60, y sin saber por qué me vino a la cabeza esa frasecilla: “he perdido sin quererlo los papeles que me diste antes de ayer”. Era el principio.

Unas horas y algunos renglones más tarde tuve que dejarlo. Nada me hacía ver que de aquello saliera algo interesante. Abandoné. Pocos días después, mientras asístía como oyente a una de las consultas de voz del doctor Gorospe, ocurrió. “Improvisemos un guión definitivo”. Saqué como pude un cuadernillo que llevaba en el bolsillo de la bata donde anotaba los siempre interesantes comentarios del doctor, y lo escribí apresuradamente. Sabía que era bueno. Cuando salí de la consulta, lo registré en la grabadora para que no se me olvidara. En el recorrido entre el hospital y mi casa ya tenía varias líneas más y empezaba a emocionarme. No lo pude evitar. Todo estaba naciendo. Me estaba empezando a convertir en tortuga.